Reyes y reinas han pasado por lo largo de la Historia, marcando ciertos momentos históricos por su política, reformas, religiosidad, carisma o amor al pueblo. Este último caso es el de la Emperatriz del Imperio Austro-Húngaro Isabel, llamada cariñosamente Sissi.
Isabel de Baviera, título de soltera, era un alma de cristal. Era un alma libre, criada en una corte poco estricta, de familia numerosa (en total diez hijos) y muy en contacto con la naturaleza gracias a su padre, el Duque Maximiliano I de Baviera. Su hermana mayor, Helena, era la perfecta candidata al puesto de emperatriz que le ofrecía su tía Sofía, madre del emperador de Austria. El encuentro entre ellos para comprometerse fue organizado por sus madres en Bad Ischl, residencia de verano de la familia imperial.
Bad Ischl: Residencia de verano de la familia imperial
Al principio solo iría Helena con su madre, la princesa Ludovica, pero Sissi atravesaba una crisis depresiva (episodios de esta naturaleza la acompañarían toda su vida) por un amor fallido y se creyó conveniente que las acompañara.
Para sorpresa de todos, el emperador Francisco José, un joven de veintitrés años, se enamoró “como un cadete” (como le escribió a su primo Alberto de Teschen) de Sissi. La joven princesa notó que el carácter y gustos de su primo no eran similares a las de ella desde el primer momento, pero el emperador no la dejaría ir (a pesar de la insistencia de su madre y de miembros de la corte, que más tarde le dejarían claro a la futura emperatriz que no pertenecía ahí). El matrimonio se llevó a cabo en 1854.
La vida como emperatriz fue desde el inicio dura. La corte del Imperio Austro-Húngaro era de las más estrictas de Europa, llena de protocolo y rigidez. Esto contrastaba con el espíritu libre y sensible de Sissi. Siempre que podía se escapaba a zonas alejadas de la corte, tratando de conectar con la naturaleza y llena de actividades físicas. Sin embargo al volver a la corte caía en depresión y pasaba temporadas realmente malas; ella se refería a su vida en la corte como una “jaula de oro”.
La joven emperatriz no solo era un ícono de belleza y porte en la época, considerada una de las monarcas más bellas de Europa en su momento. Tampoco se quedó atrás en los asuntos políticos. Tenía una debilidad por el pueblo y la cultura de Hungría, que en ese momento se enfrentaba al gobierno de su esposo para recuperar sus antiguos privilegios perdidos como castigo por un levantamiento nacionalista en 1848. Se puso en contacto con personas húngaras, como Ida Ferenczy (contratada como lectora, quien sería la mejor amiga de la emperatriz) y el coronel Andrássy (un profundo liberal que desde el primer momento conectó con Sissi y entablaron una amistad). Este tipo de encuentros le llevaron a un mayor (si era posible) desencuentro con la corte vienesa. Esto poco le importó a la bella emperatriz y logró evitar la separación de Hungría con su carisma. Uno de los actos que más conmovieron al pueblo húngaro fue la decisión de Sissi de refugiarse con sus hijos en Buda cuando los ejércitos prusianos avanzaban hacia Viena. Un año después fueron coronados reyes de Hungría.
Fue un ejemplo de cómo la bondad de un monarca podía solucionar problemas que no se arreglaban con política, armas o economía. Modelo que se fue aplicando con miembros de la realeza en un futuro como Lady Di, quien también se arriesgaba a las duras críticas de los medios de comunicación y su propia familia por las personas más desprotegidas.
Película Sissi Emperatriz con los actores Romy Schneider y Karlheinz Böhm
La gran leyenda de Sissi ha sido inmortalizada no solo en cuadros, reliquias y monumentos, sino también en una película, serie, incluso en Barbie. Dando rienda suelta a la mezcla entre fantasía y realidad de un personaje tan icónico como la emperatriz Isabel de Austria.
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Paola Bernal
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